Por Carlos Andrés Torres Muy conocido por todos los habitantes de la región de la capital nacional, el Parque de Gatineau es un destino siempre acogedor. Lo es no solamente por su belleza natural y su valor ecológico sino también por la gran cantidad de actividades lúdicas y educativas que ofrece a sus visitantes todo el año. Con sus 361 km2 de conservación, cultura y recreación se constituye en un espacio dónde es posible realizar la mayoría de las actividades de la vida al aire libre.
Por otro lado, es necesario decir que el Parque de Gatineau es una excepción dentro del sistema de parques canadienses debido a las múltiples controversias que se han generado en torno a su administración y normatividad y al interés de algunos particulares en la zona desde hace más de un siglo. Por ello, el Parque de Gatineau no está regulado bajo el Acta Nacional de Parques. No obstante, la Comisión de la Capital Nacional y el grupo de Amigos del Parque de Gatineau, realizan una labor excepcional en el manejo de los recursos naturales, físicos y financieros, en el desarrollo de la capacidad técnica de los voluntarios y funcionarios junto con un óptimo nivel de servicio al cliente. Sin importar la estación del año, siempre vale la pena visitar el Parque de Gatineau. Es un destino muy apropiado para quienes desean encontrarse cada vez que se “pierden” en el bosque. Allí, la belleza de la desolación se combina con el sonido característico del silencio y forma una de esas fascinantes melodías de la naturaleza… de esa misma naturaleza que privilegió a los habitantes de Ottawa-Gatineau con tan excepcional parque como regalo.
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